Brindando [Alexandra]

Y tan grande debía de haber sido la pelea para que su padre tomara la drástica decisión de meterse en el bando contrario a su abuelo.

- ¿Qué tal te llevas con tu abuelo? - le pregunté.

Luego me dijo lo de su bebida.

- ¿Me dejas? - cuestioné.

- Bien - respondí - Es un poco frío... pero eso es normal en mi familia, como podrás ver - bromeé, sonriendo - Me ha ayudado mucho, y sé que en el fondo me quiere, aunque no lo demuestre.

Una sombra de tristeza recorrió mi mirada un instante antes de que volviera a hablar.

- Y si, acábatela sin miedo - insistí - A mi aún me quedan dos vasos más.

Sonreí.

- Estoy seguro de que si te quiere, incluso más de lo que te piensas - respondí, mientras cogía lo que quedaba de su bebida - Gracias - le agradecí antes de darle un trago.

- Pero tú no eres fría - añadí - Eres amable, simpática, aunque un poco tímida, pero nada más...

Empezaba a notar los efectos del alcohol.

Esta vez tomé el vaso del Mojito y bebí. Era ácido, o eso me parecía después de las otras dos copas.

- Bueno, gracias por el cumplido, pero ya hemos hablado bastante de mi, ¿no crees? - pregunté - Cuéntame un poco sobre tu familia ahora.

Bebí del cócktel que me había pasado mientras pensaba qué responderle. En otras circunstancias quizá no hubiera hablado tanto, pero la creciente deshinibición del alcohol me hizo explicarle de golpe:

- Bueno, mis padres fueron Orion y Walburga Black, tuve un hermano llamado Regulus, pero murió. Mis primas son, con sus apellidos de casadas: la maldita de Bellatrix Lestrange, Narcissa Malfoy y Andrómeda Tonks. La segunda de ellas tiene un hijo; Draco, y la tercera una hija, Nymphadora.
- Sin embargo, yo es como si no perteneciera a la familia por haberme fugado de casa y haber renunciado a mis obligaciones.

Después de decir todo aquello, suspiré, me encogí de hombros y terminé de un trago lo que quedaba de la bebida que me había pasado Alexandra.

Le tuve que escuchar atentamente para captar todo lo que me había dicho tan rápidamente.

- O sea... ¿Draco Malfoy es tu sobrino? - pregunté sorprendida - ¿Y quién es entonces la mujer de la que hablabas en otro día? ¿Andrómeda Tonks o Nymphadora? - cuestioné, refiriéndome a la metamorfomaga - ¿Cuáles fueron las obligaciones que no cumpliste para que te rechazara tu familia?

Le había soltado tres preguntas de golpe.

- Y lo siento por lo de tu hermano - añadí. Me preguntaba qué le habría pasado, pero no me parecía adecuado indagar al respecto.

Me hizo varias preguntas seguidas debido a mi anterior discurso.

- A ver, vayamos por partes - dije - Sí, Malfoy es mi sobrino, o más bien sobrino segundo ¿Lo conoces? - le pregunté.

- Después, el otro día me refería a Nymphadora Tonks, que también es mi sobrina - seguí respondiendo.

- Y por último, me consideraron un traidor a la sangre por relacionarme con hijos de muggles y defenderlos, a parte de por unirme a la Orden del Fénix.

- Si, si que conozco a Draco - respondí asombrada - ¡Pero no os parecéis en nada! O bueno... - le miré atentamente - Quizás en los ojos sí, los tenéis de un color muy característico los dos - sonreí.

- Y ya me imagino, en una familia totalmente de sangre puras no es lo más recomendable ser partidario de la justicia.

Seguí bebiendo de mi Mojito, ya comenzaba a notar los efectos de las tres copas.

- ¿Y qué haces tú fijándote en los ojos de Draco? - pregunté, sin darme cuenta de lo celoso que sonaba eso.

Alcé una ceja por su pregunta.

- Pues igual que me he fijado en los tuyos - repliqué, mientras le daba otro par de largos tragos a mi bebida antes de pasársela a Sirius - Anda, acábatela y no preguntes tonterías - reí.

Cogí su bebida y también la probé, tosiendo un poco después.

- Merlín, qué cargada está - mascullé, notando el fuerte sabor a alcohol que tenía - Pero yo no pregunto tonterías.

Le di unas palmaditas en la espalda al ver que tosía mientras me seguía riendo.

- ¿Tú crees? - pregunté - Yo no la había notado fuerte.

Cogí entonces mi última bebida: el Sex on the Beach. La había dejado para el final porque me gustaba su sabor dulce.
Bebí antes de añadir:

- Y sí que es una tontería lo que preguntaste. Principalmente porque estando tus ojos me dan igual los de Draco.

Y ahí estaba la despreocupación típica de las cuatro copas de alcohol en sangre.

Al oír su respuesta tuve que acabarme de golpe el Mojito, sólo para hacer algo y no lanzarme a besarla como llevaba apeteciéndome desde que la vi.

- No tendrías que haber mezclado... - le dije, a pesar de que yo mismo llevara lo mismo que ella bebido - Tú también empiezas a decir tonterías.

- No son tonterías - repliqué - Te prefiero a tí mil veces antes que a cualquier otro, no sólo tus ojos.

A pesar de que el alcohol ya se me había subido, me sonrojé por lo que había dicho. Para dismular volví con mi última copa, al menos de momento.

- Y tú has bebido lo mismo que yo, así que no me digas - añadí después.

- No creo - negué - Tú eres joven y guapa, no creo que me prefieras frente a los jóvenes de tu edad.

- Pues es la verdad - respondí mientras cogía mi bebida y me la acababa, a pesar de sólo llevarla antes por la mitad - Y para demostrártelo... ¡Vamos a bailar! - reí - Para que todos vean que te prefiero a tí frente a ellos.

Entonces cogí a Sirius de un brazo y tiré de él, arrastrándolo al centro de la pista de baile donde la música sonaba fuerte y las luces deslumbraban.
Como esa canción era rápida comencé a moverme al mismo ritmo alegre y desenfadado, esperando a que él hiciera lo mismo.

De pronto me vi arrastrado a la pista de baile sin lugar a negarme, pues en menos de lo que pude darme cuenta ya estaba en medio de un montón de gente con Alexandra bailando animadamente.
Baila bien, mucho, y no pude evitar quedarme mirándola.

Me di cuenta de que Sirius no bailaba, se había quedado parado mirándome. Me temí que pensara que estaba haciendo el ridículo, pero como había mucha más gente bailando de cualquier manera dije:

- Oh, vamos, no pasa nada si hacemos un poco el tonto - le animé, sonriendo - ¡Baila conmigo! - le pedí, mientras le cogía de las manos y le obligaba a moverse un poco.

Mi mente sólo podía recordarme lo cerca que estaba de Alex, pero a pesar de todo pude seguirle un poco el ritmo.

- No estaba pensando que hicieras el tonto - respondí entonces - Si no que bailas bien.

Sonreí.

- Gracias - le dije - Tú tampoco lo haces mal.

Al cabo de unos minutos de baile la canción animada y divertida que estaba sonando dio paso a la típica de discoteca de palabras malsonantes y ritmos provocativos.
Algo avergonzada imité a una chica que tenía a la vista, porque no quería ser la única que se quedara dando alegres saltos.

Tenía que pasar. Sabía que era cuestión de tiempo que pusieran una canción de este tipo, pero había esperado que no fuera tan pronto.
No podía bailar eso, Merlín, al menos no con Alexandra.

Viendo que Sirius volvía a quedarse perdido le cogí las manos y se las puse en mi cadera. Empezaba a lamentarme de haber bebido tanto, porque me daba cuenta de lo que hacía pero no lo podía evitar.

- Vamos, sólo sigue mis movimientos - le indiqué, riendo por los nervios - es sencillo.

- No es sencillo - repliqué aterrado, porque me daba cuenta de que ya me costaba controlarme.
Sabía cómo se bailaba eso, claro que sí, pero sentir los sutiles movimientos de Alexandra me estaba alterando los nervios. Encima las luces me estaban mareando, y me daban la impresión de que cada vez estaba más cerca de ella, ¿O es que de verdad me iba inclinando poco a poco?

Notaba la cercanía de Sirius, sus ojos sobre mí, y los movimientos del baile rozaban ambos cuerpos.
Respiré profundamente, necesitaba calmarme. Pero justo en ese momento me dieron un golpe que acortó la distancia entre él y yo, dejándome a centímetros de su rostro.
Me sonrojé fuertemente y me aparté de él.

- Vamos a sentarnos de nuevo... - le pedí entrecortadamente - Esto está muy lleno y me estoy... agobiando.

Caminé de regreso a los asientos, haciéndome hueco entre la multitud. De no haberme alejado de Sirius habría acabado besándole.

Cuando Alexandra acabó a escasos centímetros de mí por un empujón, pude ver en sus ojos que quería lo mismo que yo, lo que me armó de valor para seguirla en su huída hacia los asientos y tomarla del brazo, girándola hacia mí.

Sonreí y llevé una mano a su mejilla, acariciándola suavemente mientras acortaba las distancias lentamente para darle la oportunidad de retirarse si así lo deseaba.