Brindando [Alexandra]

De pronto Sirius me giró hacia él, deteniendo mi marcha hacia la mesa. Su cercanía me quemaba, y su mirada me paralizaba; no habría podido retirarme incluso de haber querido, pero ni siquiera era el caso.

Ante la quietud de Alexandra y su mirada espectante, deslicé la mano de la mejilla a su mentón y alcé su rostro.
Me deleité unos segundos con la tensión latente entre ambos y finalmente junté sus labios con los míos en un beso anhelante por más.
Cuánto había querido hacer eso...

Por un momento pensé que su beso no iba a llegar nunca, pero finalmente lo hizo y, al parecer, él lo había querido tanto como yo.
Cerré los ojos y me dejé llevar, pasando mis brazos por su cuello para profundizar aún más el contacto.

Alexandra me pasó los brazos por el cuello, correspondíendome el beso, y yo pasé los míos por su cintura, apegándola aún más a mí.
Incluso cuando nos separamos unos segundos para respirar volví a besar al instante sus labios con intensidad, porque la necesitaba.

Le devolví el beso con la misma intensidad y ardor. La emoción me estaba matando, y me separé sólo para mirarle a los ojos.
Tenía que decirle lo que sentía, porque no sabía si volvería a encontrar el valor.

- Sirius, yo... - comencé con nerviosa timidez.

Cuando Alexandra se separó de mí y comenzó a hablar supe qué es lo que me iba a decir. Fue entonces cuando recapacité, gritándome interiormente que qué estaba haciendo y que dónde me había dejado la cabeza. ¡Por Merlín! Alexandra era 19 años menor, no era correcto lo que estábamos haciendo.
Negué con la cabeza.

- No, no lo digas - le pedí, retirándome de ella - Esto no está bien, nada bien.

Sabía que si Alex hubiera seguido hablando no habría podido hacer nada por resistirme.

Se me cortó la respiración al oírle. No me lo podía creer.

- ¿Qué es lo que no está bien, Sirius? - le pregunté, deseando que no continuara por ese camino,

Tomé aire, armándome de valor. Pero recordar aún la sensación del cuerpo de Alexandra contra el mío me complicaba enormemente la labor de no tirarme sobre ella reclamando por más.

- Todo - respondí - Yo soy tu profesor, no puedo seguir con esto.

¡Lo había dicho!

- Pero yo ya soy mayor de edad, Sirius - seguí intentándolo, mirándole suplicante - ¡Incluso puedo dejar Howarts si es eso lo que te incomoda!

Me daba muchísima pena ver a Alexandra así por mi culpa, su mirada me encogía el corazón.

- No, nunca permitiría que hicieras eso - repliqué - No debería haber dejado que esto llegara tan lejos... lo siento.

Fruncí el ceño.

- ¿Así que lo sientes? - pregunté dolida - ¿Tanto lamentas que esto haya sucedido?

- ¡No! No lo lamento en absoluto - negué - Sólo siento que no haya sabido controlarme por tu bien...

Aparté la mirada, su dolor me hacía sufrir a mí.

- ¿Por mi bien? - pregunté con desesperante ironía - Esto no es por mi bien, es por el tuyo.

Incoscientemente me llevé una mano al pecho, donde notaba los latidos desacompasados de mi corazón. Cómo dolía...

- Pero da igual, lo que quieres es irte, ¿no? - dije - Pues vete.

No pude aguantarle la mirada mucho tiempo. Me sentía culpable por todo, por haber llegado tan lejos, por no haber sabido controlarme... pero sobre todo por haber dejado que mis sentimientos por ella crecieran tanto.

- No, no es que quiera irme... - respondí con tristeza - Es porque es lo mejor.

- Por favor, Alexandra, entiéndeme.

- Entiendo, Sirius - contesté, mirándole seriamente - entiendo que eres un cobarde.

- Pero no importa, ya te dije que estoy acostumbrada a no ser correspondida, así que ya da igual - añadí - Ahora déjame tranquila.

No podía echarle en cara a Alex su actitud, porque yo me lo había buscado.

- Alexandra por favor... - le pedí - perdóname algún día.

A cada palabra que decía se me iba partiendo más el corazón, no quería dejarla y sabía que ella sufría, pero era lo mejor aunque no me creyera.

- Para ya, Sirius... - le supliqué, cerrando los ojos mientras la mano que estaba en mi pecho se cerraba en un puño - No me hagas sufrir más... sólo vete, dejaremos que el tiempo actúe.

No quería que se fuera, pero ya no podía hacer más.

- Cómo quieras... - cedí, suspirando profundamente - Hasta pronto, Alex.

La miré durante unos segundos, pero ella tenía los ojos cerrados. Luego comencé el camino hacia la salida, notando como parte de mi alma se quedaba junto a ella.
Porfavor que me perdonara algún día y pudiéramos quedar como amigos, porque no sabía qué iba a hacer sin ella.

Cuando estuve ya en la calle, las lagrimas cayeron. Hacía tiempo que no lloraba, pero mi tristeza era absoluta en ese instante.

Cuando abrí los ojos, Sirius ya se había ido. Tenía ganas de gritar mi decepción al mundo, de expresar el dolor que me había causado y, sobre todo, de llorar.
Todo era tan injusto...

Me dirigí a pasos lentos a la barra. Mis piernas no daban para más.
Me senté y esperé a que el camarero de antes llegara.

- Buenas noches de nuevo - saludé - ¿Me pones un Cosmopolitan pero sin zumo de arándanos, ni de lima, ni Cointreau? - le pedí, a pesar de que ya iba bastante ebria.
El camarero sonrió y me saco un vaso, sirviendo simplemente el vodka.

- Gracias - le agradecí.

Iba a ser una noche muy larga...