Brindando [Alexandra]

Sonreí por su sorpresa.

- Si, esa era mi intención, aunque si quieres compartir... - le ofrecí.

- Y ya sé que lo peor para emborracharse es mezclar pero... estoy acostumbrada - añadí, por si era eso lo que había pensado Sirius.

- Estás acostumbrada - repetí, mirándola analíticamente para ver si lo decía en serio - ¿Estás segura de que vas a acabar bien la noche si te bebes todo eso?

Asentí con seguridad.

- Si y, además, en caso de que me equivoque, vas a estar tú para cuidarme ¿no? - sonreí.

Pues no estaba yo muy seguro de eso, porque entre los buitres que pululaban por allí y contenerme a mí mismo, no iba a ser muy fácil cuidarla.
Cogí mi Manhattan y le pegué un largo trago.

- Se intentará - respondí, agradeciendo la quemazón del alcohol.

Reí por la respuesta de Sirius.

- Oh, vamos ¡dijiste que me protegerías! - le reproché, aunque de broma.

- Y ya te adelantaste - añadí, viendo lo que había bebido - Teníamos que brindar - le recordé, cogiendo la primera de mis bebidas que pillé, que resultó ser el Cosmopolitan, y alzándola para hacer el brindis.

- Debería haber añadido que no cuando estuviera ebrio - le seguí la broma, sonriendo, y levantando también mi Manhattan.

- Di tus palabras que luego diré las mías - le dije.

Asentí y pronuncié solemnemente:

- Porque se repitan nuestros paseos - reí, esperando a que Sirius dijera lo suyo para chocar las copas.

- Yo diré sencillamente: Para seguir estando contigo - respondí, sonriéndole especialmente, antes de chocar con suavidad su copa con la mía, vaciando prácticamente mi Manhattan después; lo necesitaba para afrontar lo que había dicho tan impulsivamente.

Una emoción me embriagó cuando Sirius brindó por aquello. Le correspondí la sonrisa y bebí de mi Cosmopolitan, especialmente ácido esta vez, pero igual de bueno que siempre.

- Cuánto tiempo hacía que no tomaba de esto... - comenté después, mientras sentía el ardor característico en mi garganta a la misma vez que la bebida iba bajando.

Observé a Alexandra beberse su cosmopolitan, tenía buena pinta.

- ¿Puedo probarlo? - le pedí.

Asentí, sonriendo.

- Claro - y le acerqué la copa para que la cogiera - Está un poco ácido, pero no demasiado.

Cogí su copa y bebí. Efectivamente, estaba ácido.

- Mm... está bien - concluí cuando le devolví su bebida. Dentro de poco empezaría a notar los efectos del alcohol, pues mi Manhattan tenía una graduación de aproximadamente 32º, y si encima mezclaba...

Recuperé mi copa y me la acabé de un par de largos tragos seguidos.
Sonreí y vi que Sirius no se había tomado la guinda de su Manhattan.

- ¿Me la das? - le pedí, señalándola.

Vi lo que quería.

- Si, por supuesto - respondí sonriendo.

Como ya había bebido bastante de mi Manhattan el rabo de la guinda salía lo suficiente como para cojerlo sin mancharme, así que lo agarré y le acerqué la fruta a Alexandra para que la cogiera.

No sé qué se me pasó por la cabeza para morder directamente la guinda de la mano de Sirius en vez de cogerla yo, pero cuando me di cuenta intenté sonrojarme lo menos posible mientras comentaba:

- El Manhattan le da un buen sabor - sólo para disimular.

Me sorprendí por el deshinibido acto de Alexandra, pero procuré controlar mis pensamientos, aunque no era fácil. Por ello comenté, sólo para distraer mi mente de aquella imagen:

- Antes dijiste que trabajabas en más tiendas... - recordé - ¿Tienes problemas con el dinero? Porque si puedo ayudarte.... - me ofrecí, porque no entendía si no que necesitara tantos empleos.

Negué con la cabeza, sonriendo.

- Nop, qué va - respondí - Tengo dinero de sobra como para vivir bien sin necesidad de trabajar, además de que vivo con mi abuelo.

No dudaba de que tuviera dinero de sobra, porque había muchos mortífagos pertenecientes a las clases más altas de la Sociedad Mágica.

- Entonces, ¿Por qué trabajas tanto? - le pregunté - Podrías usar ese tiempo para estudiar o divertirte...

Me encogí de hombros.

- Yo no estudio - respondí - Al menos no mucho, yo sólo sé lo que leo cuando me interesa un tema.
- Y divertirme... bueno, prefiero trabajar - comenté - No es que tenga muchos amigos para pasar el rato... pero además, el trabajo ocupa más mi mente y me impide recordar mis preocupaciones.

- Pero eres muy joven - repliqué - No deberías desperdiciar tu adolescencia trabajando, ahora lo que te toca es divertirte, luego ya tendrás tiempo de lo otro.

Después de decirle eso cogí mi Manhattan y me lo acabé.

Luego... ¿quién sabía si yo iba a tener ese "Luego"? Yo nunca me había imaginado siendo mayor, simplemente porque siempre había pensado que ya estaría muerta para entonces.
Como ya había acabado mi Cosmopolitan, cogí mi Vampiro y saqué la guinda que llevaba, mordiéndola distraídamente. Esta bebida era bastante dulce.

Me temía que Alexandra no estaba pensando nada alegre en esos momentos debido a su distraído silencio, por ello le pregunté, sólo para recuperar su atención:

- Entonces... ¿Víves con tu abuelo? ¿Quién es?

Además, tenía que distraer mi vista de la forma tan sexy, demasiado para mí, en la que Alex se comía su guinda.

La voz de Sirius me sonó lejana, pero fui capaz de entender lo que me preguntaba y de devolver mi vista hacia él.

- Es un auror, o bueno, ex-auror - respondí - Se llama Jacques Voldevie y es mi abuelo materno.

Como me había terminado de comer la fruta, cogí el Vampiro y le di unos largos tragos. Dulce en contraposición al Cosmopolitan.

- Pero... ¿Eso no es un nombre Francés? - pregunté con curiosidad mientras la veía beberse su segunda copa - ¿Y fue auror? ¿Siendo su hijo mortífago?

Asentí.

- Si, es que sus padres eran franceses, pero se crió en Londres - respondí - Y si, fue auror... pero no conozco la historia de cómo llegó a ser mi padre mortífago, aunque creo que fue debido a alguna gran pelea.

Bebí nuevamente de mi bebida, vaciándola casi entera.

- ¿Quieres acabártela? - le pregunté, señalándole el Vampiro.